jueves, 21 de enero de 2010

El anima de Sayula

Mi abuelo y mi bisabuelo, estuvieron en la guerra interna que se ha dado en llamar revolución mexicana, en un México dividido, lleno de luchas fratricidas en las que poco se obtuvo para las mayorías trabajadoras y mucho para las minorías dirigentes ( que raro, pues casi nunca pasa eso)

Pues bien, mi bisabuelo solía relatar como eran las noches bohemias alrededor de las fogatas, la incertidumbre de no volver a ver a tu familia un día antes de una escaramuza, mi abuelo, con ojos de niño hablaba de todo ese mundo mágico lleno de caballos y hombres fuertes a sus ojos, en un evento social que no alcanzaba a comprender y sin embargo y a pesar que son de dos familias distintas, veían con añoranza pues creían ir en pos de algo mejor para el futuro (ilusos sin duda, pero no tenían educación académica, menos una formación critica para juzgar los hechos fríamente)

En las frías noches serranas se juntaban cantaban una canción con una o dos notas musicales repetidas ad infinitum en una guitarra y con voces destempladas y aguardentosas, entonaban algún corrido - episodio de la vida diaria hecho canto- contaban chistes picaros o poemas para adultos como este que a continuación narro, tal vez salga de la tónica habitual del blog y use algún lenguaje impropio para este fino e ínclito espacio virtual (sarcasmo) sin embargo, muchas creaciones se han perdido por falta de un medio impreso y con este acto me asegurare de que el cache del goggle capture y le de inmortalidad a un fragmento de la vida de mis ancestros y de muchos connacionales.

En un caserón ruinoso
de Sayula es el lugar,
vive Apolonio Aguilar,
trapero de profesión.

Hace tiempo que padece
hambre voraz y canina,
y por eso está que trina
contra su suerte fatal.

No se emborracha ni juega;
sólo comer es su vicio,
pero anda mal el oficio
que ni para comerle da.

Cuatro tablas, dos petates
un bacín roto de barro,
cuatro cazuelas y un jarro
son de su casa el ajuar.

Su mujer y sus hijuelos,
macilentos y hambreados,
con semblantes extraviados
piden pan con triste voz.

¿Pan allí? ¡Ni por asomo!
¿Hambre? sí, ¿ingestas? mal
en aquel chimibitil,
aparte y a discreción.

Llanto sólo de miseria,
que goteando noche y día
apagó dejando fría
las cenizas del fogón.

Por eso el trapero esconde
entre sus manos la cara,
maldice su suerte avara
que le causa tal dolor.

Y fijando en su consorte
la penetrante mirada,
con voz grave y levantada
de esta manera le habló:

"Es preciso que ya cese
Esta situación terrible...
Vivir así no es posible,
harto estoy de padecer.

Me ocurre feliz idea,
que desde luego te explico;
esta noche me hago rico
o perezco en la intención.

Tú sabes que en esta tierra
entre la gente de seso
se cuenta cierto suceso
que ha causado sensación.

Se dice, pues, que de noche,
al sonar las doce en punto,
sale a penar un difunto
por la puerta del Panteón.

Que las gentes que lo ven
huyen a carrera abierta,
y todos cierran la puerta
encomendándose a Dios.

Que por fin un desalmado
se encaró ya con el muerto,
mas de terror quedó yerto,
patitieso y sin hablar.

Esto lo aseguran todos
y mi compadre José
me ha jurado por su fe
que también al muerto vio.

Me asegura que ese muerto
tiene la plata enterrada
y busca gente templada
con quien poderse arreglar.

Y me aconseja que yo,
deponiendo todo miedo,
acometa con denuedo
la empresa del fantasmón.

Pues bien, me siento con bríos
para hablarle al mismo diablo;
a ese muerto yo le hablo
aunque me muera después.

Mucho peor es morir de hambre
que morir de puro miedo,
y si yo con vida quedo
Seremos ricos después."

"¡Por Dios, Apolonio! -dijo
su mujer muy aflijida-
No juegues así la vida,
deja a los muertos en paz."

"No mujer, no retrocedo.
lo mio es cosa resuelta;
si pronto no doy la vuelta
prepara mi funeral".

Dijo... y con paso veloz.
pálido como un difunto,
salió de su casa al punto,
camino para el Panteón.

Envuelto en tinieblas yace
de Sayula el caserío,
y un aspecto muy sombrío
allí reina por doquier.

Lóbrega la noche está
y al soplo del viento frío
gimen los sauces del río
con quejumbroso rumor.

No se oye voz humana
ni el más ligero ruido;
sólo lejos el aullido
pavoroso de algún can.

Algún pájaro que pasa.
por las tinieblas perdido,
lanza fúnebre graznido
al ir de su nido en pos.

   Camina, pues, atrevido,
aquel hombre de faz yerta,
y por fin se ve en la puerta
del tenebroso panteón
la silueta del trapero,
que a la ventura de Dios
va de la fortuna en pos
hasta vencer o morir.

Por fin de repente suenan
doce lentas campanadas,
cuyas notas compasadas,
vibran con sordo rumor.

Notas lentas y solemnes
cuyo sonido retumba
como el eco de una tumba
en el pecho de Aguilar.

Cruza el dintel el fantasma,
mudo, rígido, sombrío,
como el sepulcro más frío
y horrible aborto de horror.

Lleva cubierta la faz
con negro y tupido velo,
y arrastrando por el suelo
lleva también un sudario.

Aguilar, de espanto muerto
y erizado su cabello,
con agitado resuello
corre tras de la visión.

Y haciendo un supremo esfuerzo,
cual si jugara la vida,
con voz despavorida
de esta manera le hablo:

"En nombre de Dios te pido
me digas cómo te llamas,
si penas entre las llamas
o vives aquí entre nos.

¿Qué buscas por estos sitios
donde a los vivos espantas?
Si tienes talegas ¿cuántas
me puedes proporcionar?"

"Me llamo Pedro Torres
-dijo el fantasma en secreto-
Fuí en la tierra un buen sujeto,
muy puto mientras viví.

Ando ahora penando aquí,
en busca de un buen cristiano
que con la fuerza del ano
me arremangue el mirasol.

El favor que yo te pido
es un favor muy sencillo:
que me prestes el fundillo
tras del que ando tiempo ha.

Las talegas que tú buscas
aquí te las traigo colgando;
ya te las iré arrimando
a la puerta del fogón..."

Dijo...y cual sombra fugaz,
tan rápido como el viento
tras las tapias del Convento
el sombrero se perdió.

Mudo de sorpresa queda
el pobrecito trapero,
y echando al suelo el sombrero
de esta manera exclamó:

"Por vida del Rey Darío
y de la madre de Gestas
¿qué chingaderas son estas,
que me suceden a mí?

Venir de lejanas tierras
a buscar aquí la vida,
y mi suerte maldecida
me depara un trance atroz.

No tengo yo mas alhaja
que la alhaja del fundillo
¡y me la pide este pillo
que dice que ya murio

Yo no sé lo que me pasa,
pues ignoro con quien hablo;
este cabrón es el diablo
o es mi compadre José.

Lo que me sucede a mí
Es para perder el seso;
Si los muertos piden eso,
los vivos ¿que pedirán?

Buena fortuna me hallé
en esta tierra de brutos.
Donde los muertos son putos
¿qué garantías tengo yo?

Esto es cuando puede verse
en las crestas del Demonio:
¡Si lo aflojas, Apolonio,
de aquí sin culo te vas!"

Así el trapero exclamó
muy pensativo y mohíno
Del pueblo tomó el camino
y en sus calles se perdió.

Y es fama que cuando oye
hablar del aparecido,
receloso y precavido
se pone la mano atrás.

MORALEJA

Lector: si por alguna vez,
y por artes del Demonio,
te vieres como Apolonio
en crítica situación;

si tropezaras acaso
con alguna ánima en pena,
aunque te diga que es buena,
no te confíes jamas.

Y por vía de precaución
llévate como cristiano
la cruz bendita en la mano
y en el fundillo un tapón.

Ahi queda, para siempre... Un relato surgido de forma anónima en una hoguera serrana a inicios de 1900, con el fin de entretener y divertir a familias completas que tal vez iban estar por vez ultima reunidos, un relato chusco que es en pocas cuentas, una muestra cultural mas de un país que tal vez ya no tenga gran cosa que perder...

3 comentarios:

butterfly dijo...

ay! como me he divertidoooo! jajajaja mucho!

que bueno que usté don evil lo ponga aqui. chochos por compartir.

saludos...

Ignacio dijo...

Buena cosa es que la haya gustado señorita, ándele, hágame promoción :D

Saludos

butterfly dijo...

Pst... yo siempre le hago promoción. En twitter, mi blog y asi... =)

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